Sheinbaum y Morena: la continuación del PRI con esteroides
- Cristóbal Millas
- hace 11 horas
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Actualizado: hace 5 horas
Aseguran desde el poder que México ha cambiado de modelo político y económico. Pero se niegan a nombrarlo. Inventan fórmulas propagandísticas como el “humanismo mexicano” o la “economía moral”, vacías de contenido y llenas de eufemismo. Tienen miedo de admitir lo que en realidad son: un gobierno autoritario de partido hegemónico. El nuevo régimen tiene nombre viejo. Se llama PRI.

A finales de los 80, el PRI albergaba dos almas: la tecnocrática de Carlos Salinas de Gortari y la populista de Cuauhtémoc Cárdenas. La segunda se escindió para fundar el PRD. Pero la historia no terminó ahí. El PRD también se dividió: por un lado, “Los Chuchos”, que se aliaron con PAN y PRI para consolidar una modernidad neoliberal; por otro, Andrés Manuel López Obrador, heredero directo del viejo priismo populista, nacionalista y estatista. Cuando AMLO rompió con el PRD, fundó Morena. Ese partido no es otra cosa que el nieto del PRI. Con el mismo ADN, las mismas mañas, y ahora, el mismo poder.

Morena y el PRI: del dinosaurio al camaleón
Cuando el PRI cayó en el año 2000, muchos creyeron haber derrotado al dinosaurio. Dos décadas después, ese animal extinto regresó, no con las siglas de siempre, sino vestido de regeneración, esperanza y justicia social. Lo llamaron Morena, pero huele, se mueve y gobierna como el PRI de antes. La diferencia es que ahora usa Twitter, TikTok y se proclama enemigo de la corrupción mientras la institucionaliza con una sonrisa.
La resurrección del viejo régimen
Morena no nació de la nada. Fue una metamorfosis. Andrés Manuel López Obrador, su fundador y hoy su caudillo, se formó política y tácticamente en las filas del PRI. Nadie como él entendió que el poder no se toma con pureza ideológica, sino con clientelas, estructuras territoriales, pactos subterráneos y símbolos populares.
El PRI le enseñó a AMLO cómo se perpetúa una hegemonía; él lo mejoró con el barniz del moralismo.
Morena, dicen algunos ingenuos, es la izquierda. Pero ¿qué clase de izquierda ficha a ex priistas por docena, se alía con el Partido Verde (el reciclador oficial del oportunismo político) y recicla prácticas como el dedazo, la línea presidencial, el culto a la personalidad y la lealtad ciega al líder? Es una izquierda que huele a archivo muerto.

PRIMOR: la fusión de los contrarios
La palabra "PRIMOR" parecía una broma al principio, una ocurrencia de redes sociales. Pero con cada votación en el Congreso, con cada acuerdo tras bambalinas, el chiste se convirtió en diagnóstico. Morena y el PRI votaron juntos para militarizar la seguridad pública, para debilitar al INE, para aprobar nombramientos a modo. El enemigo jurado de la “mafia del poder” acabó compartiendo la cama con sus supuestos verdugos.

¿Por qué? Porque el PRI es la madre de todos los partidos. Porque el sistema político mexicano nunca se desmontó, sólo se adaptó. El régimen priista no cayó, mutó. Y Morena es su versión 4T "Cuarta Transformación": menos institucionalizado, más carismático, más centralista y aún más eficaz en la manipulación del discurso popular.
Del “Ya sabes quién” al “Ya sabemos cómo”
Morena prometió romper con el pasado. Pero sus escándalos son indistinguibles de los del viejo PRI, con el añadido de una desfachatez revolucionaria: todo se justifica en nombre del pueblo. Mientras la “Estafa Maestra” del sexenio peñista aún causa indignación, Morena entrega su propia joya: el desfalco multimillonario de Segalmex, con más de 15 mil millones de pesos (770 millones de dólares) perdidos en laberintos burocráticos y empresas fantasma. Y ni un solo alto funcionario en prisión.

Los hermanos de AMLO fueron grabados recibiendo fajos de dinero, pero el caso fue enterrado por la Fiscalía. Las denuncias por nepotismo, opacidad en contratos y favoritismo no han desaparecido: sólo cambiaron de logo. El problema no es que Morena sea igual que el PRI; es que se volvió peor porque lo hace en nombre de la ética, el pueblo y la historia.

Un partido hegemónico con esteroides
Morena ha construido una maquinaria electoral digna del viejo tricolor, pero con esteroides digitales. A través de programas sociales masivos, visitas presidenciales con tintes de campaña y una narrativa mesiánica, ha logrado fidelizar a millones. Y lo ha hecho en nombre de la justicia, mientras reparte cargos, empleos de poco trabajo y bastante provecho y presupuestos a sus operadores políticos. Un clientelismo recargado, en HD y con hashtags.
A eso se suma el intento de desmantelar contrapesos institucionales: la embestida contra el INE, la Corte y los organismos autónomos. Morena no quiere gobernar con reglas democráticas, quiere restaurar la hegemonía unipartidista bajo el disfraz del mandato popular. El PRI, al menos, no fingía ser otra cosa. Morena quiere que le aplaudas mientras te hace tragar el mismo menú con un nuevo empaque.
La 4T "Cuarta Transformación" se vendió como una ruptura histórica. Pero si uno mira con detenimiento, es más bien una continuidad disfrazada. La narrativa cambió, pero las prácticas son las mismas. Morena no destruyó al viejo régimen, simplemente se lo tragó y lo vomitó pintado de guinda. La impunidad sigue, la corrupción se tolera si viene del lado correcto, y el poder presidencial es más absoluto que nunca.

Lo más trágico es que millones siguen creyendo. Porque Morena ha hecho lo que el PRI hacía mejor: contar una historia creíble, emocional, simplificada. El PRI decía que el presidente era el líder de la Revolución institucionalizada. Morena dice que es el defensor del pueblo. En ambos casos, el resultado es el mismo: concentración del poder, control de los recursos públicos y desprecio por la crítica.
Morena no es una revolución. Es una restauración. No de las formas, sino del fondo. No del PRI como partido, sino del sistema político que nunca murió. Es el dinosaurio reencarnado, pero más joven, más carismático y más hábil con las redes sociales. Y como buen camaleón, cambia de color según el público, pero mantiene intacto su apetito por el poder absoluto.

El PRI nunca se fue. Simplemente se cambió de casa.Hoy el gobierno se rehúsa a reconocer su linaje. Simulan haber superado el pasado corrupto y autoritario. Pero la realidad los delata. Morena gana elecciones como lo hacía el PRI: comprando votos, desmantelando los contrapesos institucionales, atacando la libertad de expresión y construyendo una legitimidad basada en encuestas infladas. La “nueva era” es un déjà vu. El oficialismo actual replica las prácticas más rancias del priismo: control presupuestario clientelar, militarización del poder civil, sometimiento del Poder Judicial y manipulación mediática.
La elección de jueces cercanos al oficialismo es la cereza del pastel. Con el Legislativo ya sometido, solo faltaba cerrar el círculo autoritario con un Poder Judicial obediente. El régimen se disfraza de democracia pero esconde sus verdaderas intenciones: consolidar un modelo de dominación política total, como lo hizo el PRI por décadas. Solo que ahora lo hace en nombre del “pueblo” y la “justicia social”.

¿Y en lo económico? Nada nuevo bajo el sol. El modelo de economía mixta con asistencialismo no lo inventó Morena. Lo perfeccionó el PRI desde los años 40. Subsidios controlados desde el Ejecutivo, y uso del presupuesto para generar una falsa prosperidad. López Obrador lo admitió en video: el procedimiento consiste en usar recursos públicos para aparentar bienestar y asegurar votos. Hoy, con Claudia Sheinbaum al frente, el modelo continúa con el mismo cinismo y las mismas mentiras.
Morena no necesita un nuevo nombre. Ya lo tiene: es el PRI reencarnado. Y como tal, avanza hacia el control total del Estado. Con su mayoría legislativa, seguirá intentando aprobar leyes para censurar las plataformas digitales, amordazar a la prensa y criminalizar la crítica. Ya lo intentaron con la “Ley Censura” y no se detendrán.
Dicen representar al pueblo, pero Sheinbaum ganó con solo un tercio del padrón. 35 millones votaron por ella. 65 millones no. Gobiernan con un mandato de minoría, pero con aires de absolutismo. Se llenan la boca hablando de “democracia participativa” mientras persiguen activistas, desacreditan a organismos internacionales y siembran miedo con el uso político de las Fuerzas Armadas.

La simulación es su herramienta más peligrosa. Simulan transparencia, pero ocultan cifras. Simulan justicia, pero encubren crímenes. Simulan democracia, pero son autoritarios. Lo que hoy ocurre en México no es un nuevo proyecto: es el viejo PRI, sin máscara.
México roto: fosas, impunidad y la negación del Estado
Y como si no fuera suficiente el deterioro institucional, el Estado mexicano enfrenta una de las peores crisis humanitarias de su historia reciente: más de 127.000 personas desaparecidas, miles de fosas clandestinas esparcidas por todo el país, madres buscadoras asesinadas por hacer lo que el Estado rehúye: buscar a sus hijos. Y lo más grave no es solo la tragedia humana, sino la reacción oficial: negación, desprecio y represión.
Cifras que desgarran
Según cifras oficiales del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), al 21 de mayo de 2024, México acumulaba más de 127.500 personas desaparecidas desde 1964, con un repunte alarmante durante los últimos sexenios. Durante el gobierno de AMLO (2018–2024), más de 46.000 personas fueron reportadas como desaparecidas —una cifra superior a la de cualquier otro presidente en la historia moderna de México.
El Comité de la ONU contra las Desapariciones Forzadas, en su informe de 2022, fue contundente:
“Las desapariciones en México ocurren en un contexto de impunidad casi absoluta y pueden considerarse generalizadas y, en muchos casos, sistemáticas”.
El uso de la palabra sistemáticas no es casual. Significa que no se trata de excepciones, ni de errores burocráticos, ni de 'casos aislados'. Es el funcionamiento estructural del sistema el que permite —cuando no promueve— la desaparición de personas.

Fosas clandestinas: cementerios sin justicia
En su libro Campo de exterminio, la periodista Daniela Rea documenta el horror de sitios como Rancho El Pozo (Sonora) o Rancho Izaguirre (Nuevo León), donde se han encontrado hornos improvisados, huesos calcinados y herramientas de tortura. En el Rancho El Pozo, por ejemplo, colectivos encontraron más de 50 cuerpos en 2021; en Rancho Izaguirre, el hallazgo de más de 4.000 restos óseos ha sido minimizado por autoridades estatales y federales.

La Comisión Nacional de Búsqueda, con datos hasta 2023, reconoce más de 2.000 fosas clandestinas localizadas desde 2006. Sin embargo, colectivos como el Movimiento por Nuestros Desaparecidos sostienen que la cifra real podría duplicar ese número, ante la inacción oficial para investigar.
Madres buscadoras: heroínas sin protección
Mientras el Estado simula y maquilla cifras, son las madres buscadoras las que, con picos, palas y dignidad, encuentran restos humanos en el desierto, en los cerros, en los baldíos, en los patios traseros. Las matan por hacerlo. Solo entre 2020 y 2023, al menos 15 madres buscadoras fueron asesinadas, según datos de Amnistía Internacional y el Centro Prodh.
Entre ellas Aranza Ramos (Sonora) y Esmeralda Gallardo (Puebla), cuyas muertes siguen impunes, mientras la narrativa oficial repite que “la situación está mejor que nunca”.
Negación, revictimización y propaganda
Frente a esta tragedia, la respuesta del Estado mexicano ha sido cerrar filas, negar los hechos y desacreditar a las víctimas. En marzo de 2024, la candidata presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum, acusó al Comité de la ONU de “desconocer la realidad mexicana” por afirmar que las desapariciones eran sistemáticas.
“No es cierto que las desapariciones sean desde el Estado”, dijo Sheinbaum. Lo que no explicó es quién si no el Estado es el responsable de no investigar, no sancionar y no proteger.
¿Quién minimiza el hallazgo de campos de exterminio como Rancho Izaguirre, que fue descartado por las autoridades de Nuevo León como un “malentendido”?¿Quién clasifica los feminicidios como robos o suicidios, para reducir las cifras?¿Quién dejó de contar desaparecidos con la nueva “plataforma de personas localizadas” del gobierno federal que pretendía bajar artificialmente las cifras del RNPDNO «Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas»

La misma Sheinbaum, en su gestión como jefa de gobierno de la CDMX, fue señalada por colectivos de familiares por ocultar cifras de desapariciones y bloquear el trabajo de organizaciones independientes.
Y mientras se niega lo evidente, el número sigue creciendo. Solo en los primeros seis meses de 2024, se reportaron más de 6.500 personas desaparecidas, según cifras del propio RNPDNO. A eso hay que sumar los cientos de cuerpos sin identificar en los servicios forenses, la crisis forense nacional y las más de 50.000 personas fallecidas sin nombre que yacen en morgues o fosas comunes.
El Estado que no busca y reprime al que busca
El gobierno federal ha reducido el presupuesto de la Comisión Nacional de Búsqueda para 2024 en más de 30%, mientras aumenta el gasto en propaganda presidencial y publicidad oficial. Se prioriza la imagen por sobre la justicia. Se protege el relato antes que a las víctimas.
En paralelo, la Guardia Nacional y las fiscalías han sido usadas para hostigar a buscadoras, como lo denunció el Colectivo Solecito de Veracruz, tras ser vigiladas y seguidas durante una jornada de búsqueda en 2023.
La desaparición forzada en México no es un rezago del pasado, sino una política de presente, basada en el desdén, la negligencia y la propaganda. La supuesta “transformación” prometida por Morena ha fracasado donde más duele: en la protección de la vida, en la garantía de justicia, en la memoria de los ausentes.
El Estado no solo ha fracasado en proteger, buscar y sancionar: ahora niega lo evidente, desacredita a las organizaciones internacionales y estigmatiza a las víctimas. En lugar de un cambio estructural, el país vive una sofisticación de la simulación.
Las madres buscan en el desierto, mientras el gobierno cava su propia fosa moral.
Sheinbaum acusa “desconocimiento” de los comités de la ONU. Pero ¿quién clasifica los feminicidios como robos? ¿Quién minimiza el hallazgo de campos de exterminio como el del Rancho Izaguirre? ¿Quién calla ante los 6.500 desaparecidos en solo seis meses de su mandato?

La represión, el clientelismo, la militarización, la censura y la simulación no son herramientas nuevas. Son las marcas del PRI. Morena solo les dio un barniz de modernidad y las vendió como justicia social.
El PRI ha vuelto. Solo que ahora se llama Morena. Y ni siquiera tienen el valor de admitirlo.
Oscar Cortez / POST𐤀
Fuentes:
• Video AMLO: https://www.youtube.com/watch?v=Z3_bWhbP2tg
• Resolución del Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU (CED): https://www.ohchr.org/es/treaty-bodies/ced
• Reportaje de RFI: https://www.rfi.fr/es/am%C3%A9rica-latina/20250409-m%C3%A9xico-y-la-crisis-de-desapariciones-forzadas
• Declaraciones de Sheinbaum (Conferencia matutina 8/04/2025): https://lopezobrador.org.mx/
• Reporte sobre el Rancho Izaguirre: https://animalpolitico.com/2025/03/rastro-humano-guadalajara-campo-exterminio
• Informe sobre desapariciones en México, cifras y negligencias: https://centroprodh.org.mx
• Estadísticas oficiales de desaparecidos en México: https://datos.gob.mx
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